El canje de deuda por naturaleza o por acción climática parece ser una buena propuesta, sin embargo, la implementación de este mecanismo financiero, en diferentes países del sur global, ha demostrado que los beneficios favorecen únicamente los intereses de empresas privadas.
Por: Johana Paola Peña Gómez (*)
Desde que Gustavo Petro se posesionó como presidente de Colombia, la expresión “canje de deuda por naturaleza o por acción climática” comenzó a circular en las discusiones públicas. Se ha especulado sobre si este mecanismo financiero traería consigo grandes beneficios económicos, sociales y ambientales, al tiempo que detractores, incluso dentro del mismo Gobierno, argumentan que no es una propuesta viable porque Colombia ni siquiera tiene moratoria de deuda externa que pudiera permutar por sus bienes naturales.
Se trata de un mecanismo financiero que surgió en la década de los ochenta, durante la crisis de la deuda en América Latina y el Caribe. Se originó en Estados Unidos mediante la iniciativa de dos grandes ONG conservacionistas, The Nature Conservancy (TNC) y World Wildlife Fund (WWF), que “constataron” la forma en que los países de rentas bajas y medias recortan el gasto público y los programas de protección de los “recursos naturales” para honrar el pago de la deuda externa y sus intereses.
La gran mayoría de los canjes de deuda por naturaleza son procesos en los que un país del norte global (acreedor) negocia el recorte de la deuda externa de un país de renta baja o media (deudor), a partir de lo cual, un banco comercial del país acreedor vende en el mercado financiero los títulos soberanos de la deuda restantes con un descuento.
¿Medida ‘útil’ para quién?
Para ejemplificar mejor este concepto, supongamos que usted le debe 1000 dólares a un vecino (país del norte global), pero por la mala situación económica que usted atraviesa (caso de Colombia), su vecino empieza a desconfiar de que usted le pueda pagar y, por eso, él, como acreedor de la deuda, trata de encontrar una solución que los “beneficie a ambos”: le propone que, en lugar de devolverle los 1000 dólares, solo le retorne 400 dólares para saldar parte de la deuda, pero, a cambio, lo condiciona a invertir los 600 dólares restantes en algo que sea “útil” para usted.
El vecino transfiere esos 400 dólares de deuda restante (vende los bonos de deuda) al negocio de un familiar (grandes ONG conservacionistas), y le pide a usted que le siga pagando el resto de la deuda (por un valor más bajo) en pesos colombianos a dicho familiar.
El nuevo acreedor, por un lado, se contactará con usted para definir la forma de pago del préstamo y, por otro, se le indicará qué acciones tiene que realizar para no tener que pagarle intereses, por ejemplo, capacitarse en los temas que él le sugiera, eso sí, pagando usted esas acciones sugeridas que usted no tiene contempladas entre sus gastos.
Efectos fiscales
En palabras del Fondo Monetario Internacional, FMI, “los acreedores ofrecen alivio de la deuda (agravada por los efectos fiscales durante la pandemia de covid-19) a cambio de que el gobierno se comprometa, por ejemplo, a descarbonizar la economía, invertir en infraestructura resiliente al clima o proteger la biodiversidad de los bosques o los arrecifes”.
A primera vista, el canje de deuda por naturaleza o por acción climática parece ser una buena propuesta, sin embargo, la implementación de este mecanismo financiero en diferentes países del sur global (como Ecuador, Perú, Belice, Barbados, Costa Rica, entre otros), ha demostrado que los beneficios aclamados por gobiernos, Instituciones Financieras Internacionales, IFI, y organismos multilaterales, favorecen únicamente los intereses de empresas privadas.
La razón de esta afirmación es que los países deudores se han tenido que enfrentar a una serie de desventajas sociales, económicas y ambientales como resultado de estos canjes, que se resumen en: la apropiación de los bienes comunes por parte de acreedores privados, la falta de transparencia en los procesos de negociación, una recompra que puede aumentar la deuda externa, la nula participación de la sociedad civil en las negociaciones.
Ya se dio en Colombia
En el caso de Colombia, el canje de deuda por naturaleza se ha ejecutado en dos oportunidades, la primera entre 1992 y 1993, cuando el país realizó un “canje” con Canadá y Estados Unidos por un total de US$322,8 millones, y un pago adicional al Ecofondo (creado para canalizar los recursos del canje) por un valor de US$54,4 millones.
La segunda experiencia se dio en el año 2004, cuando Colombia acordó con Estados Unidos un “canje” por un valor de US$10 millones. Aquí, tanto Estados Unidos como las grandes ONG conservacionistas, contribuyeron con más de US$8 millones (canalizados a través del Fondo Acción) para financiar proyectos de conservación en los bosques tropicales de tres regiones del país (Andina, Orinoquía y Caribe), lo cual le dio mayor poder a las grandes ONG internacionales en Colombia e invisibilizó el papel de las organizaciones colombianas.
A pesar de las desventajas retratadas frente a la implementación del canje de deuda por acción climática y/o naturaleza, que en el caso colombiano se evidenció en la pérdida de autonomía del Estado frente a actores privados, el gobierno de Gustavo Petro retoma como propuesta “innovadora” cambiar la deuda externa para obtener “beneficios” ambientales y climáticos en la Amazonía colombiana.
Escenario de la COP16
A esto se le suma una invitación internacional al FMI para emitir Derechos Especiales de Giro, DEG, que respalden el pago de la deuda externa del grupo de países endeudados.
Paradójicamente, el Gobierno nacional pide ayuda al FMI para solucionar el problema de sobreendeudamiento a través de los DEG, pero pasa por alto que las condiciones del FMI en los casos donde se solicita el repago de la deuda, consisten básicamente en la expansión de actividades extractivistas en el país deudor, que le permite obtener divisas en moneda extranjera y pagar los servicios de las deudas. En este sentido, aceptar los DEG para favorecer el pago de la deuda externa legitima la continuidad del extractivismo en Colombia.
Ahora bien, considerando que Colombia será el anfitrión de la XVI Conferencia de las Partes del Convenio de Diversidad Biológica, COP16, (a llevarse a cabo entre el 21 de octubre al 01 de noviembre de 2024 en Cali), es necesario enunciar los riesgos e incoherencias del mecanismo de canje de deuda por naturaleza o acción climática, pues, conforme a lo señalado por la ministra de Ambiente Susana Muhamad en la sexta edición de la Asamblea de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente, una de las apuestas fundamentales para abordar los retos de la crisis climática será “la promoción de enfoques comunes para aumentar iniciativas de canje de deuda por naturaleza”.
(*) Área de Selvas y Biodiversidad, Censat Agua Viva
Información tomada de semanariovoz.com