¿Es lo mismo Milei que Meloni?, ¿Trump que Bolsonaro? o ¿el uribismo colombiano que la derecha ecuatoriana? ¿A quién se parece a Bukele? Presentamos un juego de similares para encontrar las diferencias en la derecha global. Analizamos las posturas de 7 líderes conservadores (5 latinoamericanos, Milei, Bolsonaro, el uribismo, la derecha ecuatoriana de Lasso y Noboa y Bukele, más Trump y Meloni), respecto a un listado de 18 políticas económicas que nos permiten identificar sus preferencias en función de las políticas o la retórica que al respecto sostiene cada uno (véase más adelante el cuadro). La primera conclusión es que la etiqueta “derecha” describe poco y nada. Hay muchas diferencias y solo una coincidencia.
El menú de alternativas de políticas económicas es amplio y los líderes conservadores se mimetizan con las preferencias ciudadanas y descartan, cuando conviene, las ideológicas. Es así, incluso para el nuevo profeta de la Libertad, Javier Milei, quien renunció al principio del anarcocapitalismo cuando comenzó a regular los precios de las empresas de medicina prepaga a tan solo 3 meses de haberlo liberalizado apenas inició su mandato. Es que la gran mayoría de los ciudadanos no son absolutamente de izquierdas ni absolutamente de derechas, sino más bien son biconceptuales (concepto desmenuzado por George Lakoff), es decir, que sobre algunos temas de la realidad asumen posiciones de derecha y, sobre otros, de izquierda. Así, las diferencias que vemos entre las derechas regionales pueden responder a la disyuntiva entre ajustarse a sus principios ideológicos o aproximarse a las preferencias biconceptuales de su electorado. Como veremos al finalizar, la segunda conclusión es que las derechas más jóvenes, como la de Milei y la ecuatoriana, son más radicales que las derechas con más historia, como la de los países desarrollados y el uribismo. Bukele no es una excepción a esta conclusión, porque Bukele es tan biconceptual como sus electores.
Veamos los parecidos y diferencias:
No todos están obsesionados con el déficit fiscal como Milei. Para el resto de las derechas, el déficit es amor. Ni Trump, Bukele, Bolsonaro, ni Noboa o Meloni hacen de la retórica anti déficit una cuestión de Estado ni una prioridad. La posición de Milei es definitivamente más extrema incluso que la del uribismo ya que este nunca sacrificaría sus objetivos primordiales para lograr el superávit fiscal.
En lo que todos los líderes de la derecha coinciden, y en lo único que concuerdan, es en reducir el gasto público. Este es el caballito de batalla sobre el que galopa toda la derecha global, aunque hay muchas diferencias sobre cómo lograr esta reducción del gasto. Veamos las diferencias:
Afortunadamente no todos ponen el énfasis en el ajuste del gasto social, que recae sobre las espaldas de los ciudadanos de a pie. Ni Trump, ni Bukele, ni el uribismo, quienes de ninguna forma podrían ser considerados líderes humanistas a juzgar por sus acciones represivas y militares, consideran que los esfuerzos de ajuste deben depositarse sobre el gasto social. Milei, Bolsonaro, Lasso/Noboa y Meloni, por el contrario, prefieren ajustar las políticas sociales desarmando lo poco que exista del Estado de Bienestar en cada país.
Al parecer, la reducción del empleo público tampoco es una prioridad para la derecha de los países desarrollados. Ni Meloni, ni Trump apuntan a esta vertiente para reducir el gasto público, a diferencia de todos los líderes latinoamericanos conservadores, para quienes los trabajadores del Estado son más enemigos públicos que empleados.
En donde más disiente la derecha es en cuanto a los subsidios. Solo Milei y la derecha ecuatoriana se concentran en recortar los subsidios a las tarifas u otras actividades económicas. Por el contrario, no es un problema para el uribismo, ni para Trump, Meloni, Bolsonaro y Bukele. Por pragmatismo político o por prioridad productivista, estos 5 países son capaces de ir contra la doctrina liberal y evitar el desguace de las políticas que crean trabajo, inversión o producción, mientras que la derecha ecuatoriana y Milei, por el contrario, dan la vida por el dogma.
Al parecer, para los conservadores la salud es un gasto y no una inversión. Con las excepciones de la derecha de Colombia y Bukele, todos los conservadores parecen considerar que la oferta de salud pública debe reducirse, incluida la europea Meloni, que en este aspecto disiente de la mayoría de sus colegas europeos.
En cuanto a la educación pública, Trump, Bolsonaro y la derecha de Ecuador están a favor de ajustarla. Son países donde la educación de calidad ha sido desde siempre un lujo para la élite porque el mercado así lo resuelve y solo puede educarse quien puede pagarlo. A este grupo se suma ahora la argentina de Milei, que sostiene el mismo criterio a contramano de la larga tradición de la escuela pública en Argentina. Por el contrario, ni los colombianos, ni Bukele, ni Meloni tienen a la educación como uno de sus blancos preferidos para reducir el gasto público.
La única derecha latinoamericana que no propone reducir las pensiones es Bukele, que coincide en este aspecto con Meloni y Trump. En cambio, ajustar las pensiones, es decir, la calidad de vida de los mayores, es un eje para Milei, Bolsonaro, el uribismo y la derecha de Ecuador.
La inversión pública, un componente importante de las erogaciones del Estado, son parte activa de las políticas de Meloni, Trump y Bukele, mientras que, por el contrario, las derechas sudamericanas menosprecian este instrumento y coinciden en el objetivo de reducir la inversión pública, a pesar de los déficits de infraestructura que padece el cono sur.
Donde las derechas latinoamericanas más se diferencian respecto de sus pares europeos es en el comercio internacional. El modelo de globalización de libre mercado que promovió el Consenso de Washington de los 90s, fue sentenciado a muerte en el mismo tribunal que lo parió, con Trump a la cabeza de la cruzada antiglobalizadora y Meloni acompañando este liderazgo de cerca. En cambio, la derecha Latinoamericana adscribe, sin matices, a las versiones más globalizadoras del comercio internacional. No perciben los cambios tectónicos en la geopolítica global. La asimetría de políticas, entre el proteccionismo del norte y el librecomercio en el sur, es el fertilizante que nos conduce de retorno al modelo de colonia proveedora de materias primas y consumidora de bienes industriales que rigió desde 1942.
Solo Milei tiene la ocurrencia de abandonar la moneda nacional. Hay otros 3 países dolarizados en la muestra, es decir, países que tuvieron esta ocurrencia en el pasado: Ecuador, que se dolarizó en 1999, Italia que abandonó la Lira al unirse al euro en el mismo año y El Salvador que se dolarizó en 2001. La derecha ecuatoriana no ha demostrado intenciones de volver a la moneda propia. Meloni sostuvo una retórica contra el euro cuando era candidata, pero no ha movido fichas desde que alcanzó el gobierno. Bukele no parece conforme con la dolarización a la que considera una debilidad y, dado que carece de moneda propia, al menos apunta a la competencia de monedas, en especial, apostando por el Bitcoin.
Bolsonaro, el uribismo y Trump comparten la preocupación sobre la pérdida de competitividad que genera una moneda propia apreciada. Meloni tiene poca capacidad de influencia sobre las políticas cambiarias del Banco Central Europeo, pero su rechazo al aumento del tipo de interés del Banco Central Europeo puede interpretarse de la misma forma que una preferencia por una moneda europea más competitiva. Los restantes líderes conservadores latinoamericanos, entre ellos Milei, toman al tipo de cambio como una variable que define el mercado sin percibir la importancia que esta variable tiene sobre las capacidades productivas de un país y el bienestar de sus ciudadanos.
Otra gran diferencia entre los líderes conservadores latinoamericanos con Trump y Meloni (quien incluso aplicó un impuesto a las ganancias extraordinarias de la banca similar a Bolivia), es que estos últimos, hacen hincapié en la producción y menos en la financiarización de la economía. Los líderes conservadores latinoamericanos, sin distinción, parecen más concentrados en facilitar los negocios financieros que en la producción y el empleo. La preferencia por la financiarización en lugar de la producción es otro atributo de que debe tener cualquier colonia que se precie de serlo.
Otro de los aspectos donde hay grandes coincidencias es con respecto a las privatizaciones, todos, a excepción de Bukele, están a favor de ellas. No hay lugar reservado para el Estado en la economía, ni siquiera, en los sectores estratégicos, como la banca, la infraestructura y la energía.
Con la excepción de Meloni, toda la retórica de estas derechas está a favor de reducir la carga tributaria de las empresas, lo que implica recostar la carga pública sobre los ciudadanos de a pie.
Solo Trump y Bukele no hacen declaraciones contundentes a favor de la flexibilización del mercado de trabajo, en parte, porque éste ya está lo suficientemente desregulado gracias a una legislación proempleador o por la existencia, de hecho, de un mercado de trabajo mayoritariamente informal y en consecuencia, desregulado. El resto de líderes conservadores, incluyendo a Meloni, se muestran a favor de políticas que quiten protección o derechos a los trabajadores.
Cuatro líderes de la derecha, Bukele, Meloni, Bolsonaro y el Uribismo, no están a favor de liberalizar el funcionamiento del mercado inmobiliario, mientras que si lo están Milei, la derecha ecuatoriana y Trump, cuyo patrimonio proviene del sector de los bienes raíces.
El precio del combustible es una variable determinante de la competitividad y el desempeño económico de los países y la visión de cada líder de la derecha al respecto nos permite aproximar cuál es el grado de inocencia que los caracteriza. La mayoría está a favor de alguna forma de regulación de este precio fundamental de la economía, y esto incluye, por supuesto, al proteccionista Trump, a Meloni, a Bukele y al uribismo. Por el contrario, la posición más naïve y libremercadista la sostienen Milei, Lasso/Noboa y Bolsonaro.
Por el momento Milei se posiciona como el más radical de las derechas latinoamericanas y adopta el pleno de 18 posiciones liberales en las 18 políticas analizadas. La derecha ecuatoriana es la segunda más radical y asume 17 políticas liberales de las 18 bajo análisis. Bolsonaro sigue en esta lista con 13 de 18. Podría inferirse que las derechas latinoamericanas más jóvenes, con menos historia, son más radicales que las derechas con tradiciones más largas, como la colombiana que tiene 10 posiciones liberales de las 18 posibles. La excepción a la regla parece ser Bukele, que se coloca muy distante al primer pelotón de radicales, con 5 opciones liberales de las 18 posibles junto a Meloni, incluso una menos que Trump, que tiene 6 de 18. Quizás este resultado no sea una excepción. Quizás Bukele no sea un líder de la derecha sino un líder tan biconceptual como sus electores.
es doctor en Economía Aplicada por la Universidad Autónoma de Barcelona (UAB), postgraduado del Instituto Torcuato Di Tella de Buenos Aires y licenciado en Economía por la Universidad Nacional de Río Cuarto (UNRC, Argentina). Dirigió el Centro Interdisciplinario de Estudios sobre Territorio, Economía y Sociedad de la Sede Andina de la Universidad Nacional de Río Negro en Argentina. A lo largo de su vida académica, se ha concentrado en problemáticas del desarrollo económico como la inmigración, la inversión extranjera, la relación ahorro-inversión y la enfermedad holandesa en los países latinoamericanos. Recientemente, ha orientado sus trabajos al área de la economía del turismo, las finanzas y la economía urbana. Actual subdirector de CELAG.Fuente: